miércoles, 2 de diciembre de 2009

Desacreditando al destino


Conversando trivialidades, un domingo por la tarde, me encontré con el tema del destino. Aquella palabra de 7 letras que asusta a tantas personas, tantas como las que tranquiliza.

Recuerdo haber tenido muchas conversaciones acerca del tema, con miles de argumentos, la mayoría hechos de polvo, y algunos pocos con validez genuina.

La gente toma al destino como la consecuencia de las acciones diarias de la persona que repercutirán en la vida de la misma, y que llevaran a vivirla y a morirla de tal o cual manera. Nada más alejado de la realidad.

Pero, ¿Qué sucede cuando culpan al destino de las circunstancias de la vida? Si murió la tía abuela del primo del concuñado del amigo del vecino, es el destino. Si se te bajó la llanta del auto, era el destino. Si conociste a una bella chica la noche en que no querías salir a farrear, simplemente era el destino que se encontraran. Si salieron durante 3 semanas, se hicieron novios por 4 meses, y esposos por 2 años, pero decidieron divorciarse, entonces también era el destino.

Entonces, ¿el destino es el culpable de todos los sucesos de la vida?

Porque siempre es más fácil culpar a alguien más de una consecuencia negativa. Y cuando no se encuentra un chivo expiatorio, hay pues, que encontrar algo, lo que sea que justifique el suceso. Es algo que entiendo. Es totalmente humano pensar de esa forma. Que algunos hechos que no podemos controlar sucedan de forma que afecten nuestras vidas mientras nuestros planes difieren de, valga la redundancia, lo planeado. Pero existe una pequeña diferencia en decir que el abuelo murió a los 65 años de edad porque era el destino, y aceptar la realidad de que el viejo no se tomó las pastillas para el corazón.

Porque aunque en el párrafo anterior dije que entiendo esa forma de pensar, no la comparto. Me parece patético y cobarde, por no decir más, echarle la culpa a algo tan intangible, tan irracional, y tan incomprensible. Si vamos por esas, entonces también distribuyamos equitativamente las siguientes circunstancias. El hecho de que hayan los apagones porque no llueve en paute, porque, o no le han hecho una ofrenda al dios de la lluvia o el presidente es tiene la culpa porque es un imbécil. Que aquel muchacho no se fijó en la chica porque cupido andaba emputado con la vida, o que la mitad de pasajeros del avión se salvaron por gracia del espíritu santo.

La peor frase que se ha inventado en la historia es: “Las cosas pasan por algo”. Y lo digo por una sólida razón. Es absurda en sí misma. Es obvio que pasan por algo. Acción y reacción dictaminan el camino y destino de un evento o persona. El nacimiento de la magnifica frase sucedió cuando la redundancia se convirtió papel, y la estupidez en esfero.

Creo que esa actitud frente a la vida divide a los que pensamos de manera objetiva y coherente, frente a los que prefieren la comodidad aceptar lo que venga como una situación que no puede ser modificada. Que no ven la realidad. Que no quieren ver la realidad (o prefieren crear para ellos, su realidad).

Las explicaciones están más que claras. Se bajó la llanta por un clavo. Conociste a la chica porque el licor pudo más que la razón. Se divorciaron porque la razón pudo más que el error. No llueve en paute porque las condiciones meteorológicas no son las adecuadas. No tiene nada que ver con que el presidente sea un hijue puta (no digo que lo sea) o que se necesite de ofrendas a dioses. El muchacho no le paro bola a ella, porque la niña era fea, o el era maricón. No hay más opciones.

Finalmente los que se salvaron no fueron los más buenos, ni los que más rezaron antes de estrellarse. Solo fueron los que estuvieron en la parte de atrás del avión.

Así que podemos, o confiar en que nuestra vida no nos pertenece y creer que solo somos títeres del “destino”, o tener las agallas de vivir bajo nuestras condiciones. Porque al final del camino, nos vaya bien o mal, sabremos que lo culminamos por nuestra voluntad, y no porque “fue cosa del destino”.

Pd: el destino no te trajo a leer esto.

domingo, 29 de noviembre de 2009

La misma historia de siempre...

Todo amor pasado es como un clavo. Se nos va metiendo de poco a poco. Progresivamente avanza, haciendo a un lado cosas que creíamos importantes, pero ahora ese clavo ocupa específicamente ese lugar. Se hace placentero el martilleo (y no me refiero a “ése” martilleo) y creemos que no hay forma en que las cosas vayan mejor. Hasta que decide salirse el muy hijo de la valiente, y nos deja un orificio del tamaño del cráter del Cotopaxi.


Vamos por partes. Entiendo que uno debe toparse con varios clavos en la vida para encontrar al final, el que se amolde y no se salga como previamente lo hicieron sus semejantes. La pregunta es: ¿Con qué se llenan los anteriores huecos?


Sentimos el corazón (y el cerebro, los brazos, piernas, pulmones, ojos, etc) como la Av. Amazonas en pleno invierno sin repavimentar. Buscamos llenar los baches emocionales de alguna forma. Entramos en las tan conocidas fases post-ruptura. Nada parece funcionar, así que nos lanzamos a morir.


La depresión, un fenómeno químico, nos invade y tendemos a pensar que no hay nadie más en el mundo como ella (No consideramos que la mitad del planeta está lleno de mujeres y que hemos conocido menos del 0,01% de ellas). Nadie que nos entienda como lo hizo ella (Sí. Claro). Nadie que nos ame como lo hizo ella. (La aseveración ya de por sí es contradictoria)


¿Nadie que nos arranque el corazón, aún latiendo, y de paso baile “tap” sobre el mismo?

Nos rebanamos el cerebro recordando los buenos momentos, lo magnífico del pasado, pero tan cojudos de olvidar las peleas y discusiones, así que al final nos llevamos el recuerdo de la oveja, pero no la del lobo que se escondía bajo su piel. Así que después de llorar y de tener mamados a nuestros allegados, despertamos y nos damos cuenta que ella no era tan… tan así como ella.


Marcador: Tú 0, ella 1. Pero no te preocupes, viene el contragolpe.


Después de llorar (La cantidad pudo haber llenado la represa de paute), y sentirnos más miserables cada vez (Porque el primer recurso que usamos para recuperarla es que sienta pena por nosotros. Claro, como si la imagen de un hombre llorando fuera tan atractiva como para hacer que ella vuelva) y hartar a nuestros amigos, literalmente teniéndolos al punto de querer ahorcarnos, recibimos una cachetada de la vida, un golpe que nos hace reaccionar. No de la mejor manera. Así que ahora al ser añorado, se le dan características menos… digamos, favorables. La venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena- nos decían. Pero, en el caso de que muera mi alma, no voy a morir solo.


Decidimos una estrategia que haga que ella sienta celos al punto de que salta una vena en su rostro (generalmente encima de la ceja derecha), declaramos la guerra, y enviamos todo el veneno para sentirnos mejor. La miseria ama la compañía. Acuden a nuestra mente las ideas más siniestras y los deseos más oscuros. Somos capaces de imaginar los eventos más insólitos, que se alineen los planetas para que en el momento justo, en el lugar indicada, aparezca ella, llorando, rogando por volver, y tu te encuentres con una rubia de 2 metros, despampanante, en la mitad de un beso pasional, negándole la oportunidad de volver. Como lo dije antes, imaginamos la venganza. Pero no la consumamos, porque en el interio todavía tenemos algo de aprecio por ese ser. O porque somos muy maricas. Nos reencontramos con los amigos que los teníamos abandonados. Vuelven las fiestas, los tragos, y nos volvemos a abrir al mundo femenino.

Finalmente después de tanto derramamiento de sangre en nuestras mentes, vuelve a su puesto lo que llamamos “madurez” y nos hace entender que el hacer daño no va a hacer que nos sintamos mejor con nosotros mismos.


A Dally le funcionó (Si no lo entendió, vea más seguido a “Los Simpsons”). Así que volvemos a recordarla con sus defectos y virtudes. La volvemos a ver de forma completa. No solo lo bueno. No solo lo malo.


Cuando un perro te muerde, ¿Le lanzas una piedra, seguida del correspondiente insulto, o lo buscas para darle besitos, abrazos y declararle tu amor eterno? Entonces ¿Dónde queda la lógica cuando ella nos hiere, y aún así la seguimos buscando?

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Made in Ecuador (Alución textual, o textil?)

Comúnmente el ser humano pasa su vida entre vitrinas, en mercados, ferias y demás sitios de mucha o poca concurrencia para buscar, o mejor dicho, para encontrarse a si mismos representados en tela.

Comprar ropa es y será una actividad necesaria, que más que placentera, se puede volver obsesiva en algunos casos y sin importancia en otros.

Pero, si toda prenda cumple con la función de vestir a la persona, entonces, cual es el complejo de no usar ropa "de marca"? Cual es la manía de mandar medio sueldo o pasar endeudado durante 3 meses (pero sin intereses), por un pantalón que bien lo podríamos haber comprado por menos de la tercera parte del valor en otro lado?

Entiendo perfectamente que toma tiempo y creatividad el diseño de una prenda, pero que no me vengan a joder con el hecho de que una camisa cuesta 50 dólares, pero si tiene un triste mini cocodrilo ahora el precio es de 150.

Más triste aun, es el hecho de que, acomplejados, negamos y escondemos la falta de poder adquisitivo en prendas menos glamorosas, pero de función igual. No decimos ni de chiste que la chaqueta que portamos es "made in Pelileo", pero andamos mostrando a diestra a siniestra el reloj fossil que nos compramos en la navidad (y que nos faltan 12 meses por pagar).

Creemos fervientemente en que "la marca" nos da estatus social, nos hace ver mejor, hace que nos "paren bola" y demás beneficios que nos venden, eso si, con la promesa de volvernos una mejor versión de nosotros mismos. No tengo nada en contra de mejorar, de ahorrar para ese para de zapatos tan anhelados, de diferir las Ray-Ban o de perseguir durante días aquel abrigo, pero eso de estar comprando ropa de marca, solo si la marca es legible a 100 metros de distancia me parece irrazonable.

Y existen quienes, atrapados en medio del conflicto, optan por las imitaciones. Seres que se rehúsan a dejar de usar su ropa con "CK" (Calvin Klein), aunque solo signifique Confecciones Kevin, o Creaciones Karina. Somos menos humildes por llevar unas gafas Prada? No. Pero es ridículo pagar 800 dólares por un terno para lucir bien en la oficina, mientras te mueres de hambre durante los siguientes 4 meses (3 meses sin intereses, más 1 mes de gracia). Le hizo gracia?

Somos mejores por usar ropa de marca, o más cara? Un alce en un saco que bien se podría comprar en el mercado de Otavalo hace que este abrigue más? Al parecer según nuestra sociedad sin identidad, la respuesta es si. Porque hasta no demostrar que uno es alguien en esta vida, tiene más prestigio y valor un lagarto en tu camiseta que tu nombre y apellido.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Coplas a la muerte del amor


El recuerdo de tu presencia en mi vida
En mi cuarto, en mi día a día
Vuelve de repente, y decide asomarse
En la soledad, cuando más duele la noche

Al final estoy vivo, pero me siento muerto
Paso los días, entre dormido y despierto
Dormido, atrapado en el pasado
Despierto, me siento derrotado

Revisar fotos, testimonios de tiempos mejores
Pruebas irrefutables de aquellos amores
Que aunque uno intente, no lo logra
Acabar con el dolor, que siempre sobra

Saber que lo peor, según serrano
Declarando odio, a un ser amado
Del amor cuando se acaba
Es eso mismo, que se acaba.

Donde quedaron, los besos y abrazos?
En que momento se rompieron los lazos?
Cuando se fue el amor sin aviso?
Que hacer ahora, que estoy en el piso?

Y no se si lo peor sea tu ausencia
O que viva en mí tu presencia
Ahora mezquina de sonrisas
Se burla de mí, me hace trizas

Dicen que todo tiempo pasado fue mejor
Dicen que olvide, que no acumule rencor
Dicen que no hay mal que por bien no venga
Digo que la ahora la soledad, es la única senda

Pero no te odio, nada de eso
Sería como un perro negando su hueso
Más bien te deseo una vida buena
Lejos de mi, siendo parte de mi pena

Porque aunque no estés aquí, conmigo
Contradictorio sería decir: seamos amigos
Pronunciar esas palabras me produce tal dolor
Como decirte amiga, si un día te dije amor?

miércoles, 28 de octubre de 2009

Ama a tu prójimo como a ti mismo

Estaba quejándome, recuerdo, una navidad hace 3 o 4 años acerca de la carente fortuna familiar. Mi padre decía que uno heredaba huevadas como calvicie o problemas de salud. No sabe que lo mejor que nos pudo dar, a mí y a mi hermano fue la educación, el discernimiento entre lo bueno y lo malo, y la honestidad con uno mismo y con el resto.


Mi madre, que en ese entonces era una dama de clase media aspirando a la clase alta, pero medio hundida en la clase pobre, decía que tiempos mejores estaban por venir... Aún lo dice. Aún lo creo. Entre tantas promesas de un mañana mejor y ahora jodidos, nos encontrábamos como el barcelona, tratando de salvar la categoría.


Desde entonces intento no quejarme de lo que tengo, o de lo que no tengo, y de una forma saludable y ética aspirar a más. Aunque en el camino siempre te topas con toda clase de sanguijuelas que se te pegan para robarte la sangre. Y otras veces con dinosaurios de los cuales tienes que correr y esconderte porque no solo te intimidan. Te parten la existencia. Pero por lo menos digamos que contribuyen, no a que la sociedad avance, sino a dar migajas para que no se muera de hambre.


Ahora pensando en lo que no tengo pero quisiera, y en lo que el resto quiere pero no puede, me detengo a pensar en las pequeñas cosas de las cuales nos quejamos absurdamente por desposeerlas. "que Juan tiene un mejor auto", "que la mujer de pedro está mejor que la mía", "que necesito unos zapatos rojos para la fiesta del viernes" y la cuenta seguiría eternamente. No quisiera hacerlos reflexionar. Quisiera que se sientan tan asquerosamente sucios por no pensar en que mientras se quejaban de que su auto ya no es último modelo, se encontraba una señora en silla de ruedas a su costado, pidiendo limosna. Irónicamente ella tenia el mismo problema, su vehículo tampoco era ultimo modelo.

Mujeres ansiosas por ese anillo de oro con incrustaciones de diamante, y en las afueras del centro comercial, yacía un tipo sin brazos.

Doñas nerviosas porque el mantel que necesitaban para la cena no era de color pajizo y desentonaba con la vajilla mientras que en el semáforo había una señora con 1 guagua en la espalda, otro lo llevaba de la mano, y tenía mínimo a 3 más en el poste del semáforo moqueando y llorando del hambre.


Son estas escenas las que hacen que en el fondo de mi pasividad y amor por la vida, arrancan el más fuerte grito de "¡hijue putas!" que yace dentro del cuerpo y es solo detonado por seres iguales, pero tan distintos a mi que agradecido por despertar un sentimiento escondido, lamento que sea de desprecio por la misma raza a la que pertenezco.


Y no propongo ponernos de madres de la caridad, pero no ser tan insensibles y pendejos tampoco conllevaba gran sacrificio. Y se lo puede hacer como terapia. Aunque sentirse mejor acerca de lo menos bestias que nos volvemos no entregará un pan en la mesa de alguna familia, seguramente lo pensará 2 veces antes de deprimirse por carencia de zapatos o falta de plata para la farra de jueves, viernes, sábado y el almuercito del domingo.


Espero que la próxima vez que tengas ganas de sentirte mal por no tener plata para invitar a la novia al restaurante de moda, no poder comprar la botella de Jhonny para chupar con los panas o comprar el reloj caro y elegante, acuérdate del que solo tiene dinero, o para comer él o para dar de comer a sus hijo. Del que aún no tiene agua potable, o del que le faltan las manos. Porque en el fondo es mejor carecer de brazos, que de cerebro...

lunes, 26 de octubre de 2009

Soledad

Alguna vez escribí este poema. Creo que es hora de compartirlo.

Aplica a la situación y me deja ser libre... aunque sea en palabras.


Soledad


Camino entre sombras

Entre preguntas y dudas

Buscando respuestas

Pero esta soledad es muda


Te miro a los ojos

Buscando la falla

¿Quien tuvo la culpa?

Pero esta soledad me calla


Reviso las cartas

Que tú me enviabas

Pensar que eras mía

Pero esta soledad me acaba


No puede ser verdad

El dolor es demasiado fuerte

Esta maldita soledad

Es para mí la muerte…


Alejandro Castro N.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Y, qué esperas?


Has tenido la idea de que puedes lograr todo lo que te propones? Ese pensamiento que se vuelve tan fuerte dentro de ti que terminas por decir: "Por qué no?".

Mientras sucede un reality show de cantantes, y pensar en aquellos jóvenes que posiblemente no tienen un sueño tan diferente al mio, me pregunto... Cuál es la diferencia entre ellos y yo? Por qué ellos sí lo lograron? Que hace falta para destacar?

Transcurre el programa mientras me tomo un vaso con coca-cola sin gas, y aparece un cantante, vestido de blanco que iluminaba el escenario. Termina su tema, los jueces no se conmueven, pero hay algo dentro de mi que me obliga a sacar una sonrisa. Es la primera del dia, aunque ya muere la noche.

Solo en mi cuarto sigo creyendo que aquel sujeto desde tan lejos, ya cambio mi dia, y quien sabe el de cuantas personas más. Su éxito consiste en una calificación? En una remuneración monetaria? Aplausos? Satisfacción personal? Conmover al público?

Sigo preguntandome, Qué hace falta para tener éxito? Cómo hacer para lograr tu sueño? Se acaba el programa y quiero cantar. Decido escribir. Recuerdo el propósito del texto antes de desvariar. No espero que la respuesta llegue. Quiero que emerja. Porque sentir la satisfacción de algo labrado dista mucho de la que produce algo encontrado.

Todavia peleo con la idea que todo tiene su tiempo. Ahora es tiempo de todo lo que quiero. Y quiero mucho, y lo obtendré. Regreso a la cocina y me preparo un café. Desempolvo viejos proyectos. Esta noche comienza mi dia...

martes, 6 de octubre de 2009

Primera


Como artículo de entrada, creo que lo más prudente es dar a conocer la razón de la publicación. Afortunadamente la prudencia no es mi mayor virtud, por lo que la razón no será parte de la explicación. Pues la prudencia es una verdad hipócrita, una frase que prefiere no ser escuchada, o por lo menos no en ese momento. Pues el imprudente es rechazado y no celebrado. Porque su verdad, aunque compartida, no es aceptada. Porque alguien tenía que decirlo. Y no por eso, su fin es el de comunicar. Porque no hay destino en la redacción. El escribir es el destino. hacerlo porque se lo siente. Para descubrirse, y reafirmarse que en palabras el imprudente es recordado, que los párrafos no perecen y que la verdad, aunque a veces no es prudente, es verdad. Bienvenidos a todos aquellos que toquen la puerta, y al resto, que aunque pocos, que se atrevan a entrar, bebida espirituosa mediante, quedan en su casa. Esto es desde adentro. Sin definición, sin objetivo. Evidencia intangible de historias no contadas...