miércoles, 28 de octubre de 2009

Ama a tu prójimo como a ti mismo

Estaba quejándome, recuerdo, una navidad hace 3 o 4 años acerca de la carente fortuna familiar. Mi padre decía que uno heredaba huevadas como calvicie o problemas de salud. No sabe que lo mejor que nos pudo dar, a mí y a mi hermano fue la educación, el discernimiento entre lo bueno y lo malo, y la honestidad con uno mismo y con el resto.


Mi madre, que en ese entonces era una dama de clase media aspirando a la clase alta, pero medio hundida en la clase pobre, decía que tiempos mejores estaban por venir... Aún lo dice. Aún lo creo. Entre tantas promesas de un mañana mejor y ahora jodidos, nos encontrábamos como el barcelona, tratando de salvar la categoría.


Desde entonces intento no quejarme de lo que tengo, o de lo que no tengo, y de una forma saludable y ética aspirar a más. Aunque en el camino siempre te topas con toda clase de sanguijuelas que se te pegan para robarte la sangre. Y otras veces con dinosaurios de los cuales tienes que correr y esconderte porque no solo te intimidan. Te parten la existencia. Pero por lo menos digamos que contribuyen, no a que la sociedad avance, sino a dar migajas para que no se muera de hambre.


Ahora pensando en lo que no tengo pero quisiera, y en lo que el resto quiere pero no puede, me detengo a pensar en las pequeñas cosas de las cuales nos quejamos absurdamente por desposeerlas. "que Juan tiene un mejor auto", "que la mujer de pedro está mejor que la mía", "que necesito unos zapatos rojos para la fiesta del viernes" y la cuenta seguiría eternamente. No quisiera hacerlos reflexionar. Quisiera que se sientan tan asquerosamente sucios por no pensar en que mientras se quejaban de que su auto ya no es último modelo, se encontraba una señora en silla de ruedas a su costado, pidiendo limosna. Irónicamente ella tenia el mismo problema, su vehículo tampoco era ultimo modelo.

Mujeres ansiosas por ese anillo de oro con incrustaciones de diamante, y en las afueras del centro comercial, yacía un tipo sin brazos.

Doñas nerviosas porque el mantel que necesitaban para la cena no era de color pajizo y desentonaba con la vajilla mientras que en el semáforo había una señora con 1 guagua en la espalda, otro lo llevaba de la mano, y tenía mínimo a 3 más en el poste del semáforo moqueando y llorando del hambre.


Son estas escenas las que hacen que en el fondo de mi pasividad y amor por la vida, arrancan el más fuerte grito de "¡hijue putas!" que yace dentro del cuerpo y es solo detonado por seres iguales, pero tan distintos a mi que agradecido por despertar un sentimiento escondido, lamento que sea de desprecio por la misma raza a la que pertenezco.


Y no propongo ponernos de madres de la caridad, pero no ser tan insensibles y pendejos tampoco conllevaba gran sacrificio. Y se lo puede hacer como terapia. Aunque sentirse mejor acerca de lo menos bestias que nos volvemos no entregará un pan en la mesa de alguna familia, seguramente lo pensará 2 veces antes de deprimirse por carencia de zapatos o falta de plata para la farra de jueves, viernes, sábado y el almuercito del domingo.


Espero que la próxima vez que tengas ganas de sentirte mal por no tener plata para invitar a la novia al restaurante de moda, no poder comprar la botella de Jhonny para chupar con los panas o comprar el reloj caro y elegante, acuérdate del que solo tiene dinero, o para comer él o para dar de comer a sus hijo. Del que aún no tiene agua potable, o del que le faltan las manos. Porque en el fondo es mejor carecer de brazos, que de cerebro...

lunes, 26 de octubre de 2009

Soledad

Alguna vez escribí este poema. Creo que es hora de compartirlo.

Aplica a la situación y me deja ser libre... aunque sea en palabras.


Soledad


Camino entre sombras

Entre preguntas y dudas

Buscando respuestas

Pero esta soledad es muda


Te miro a los ojos

Buscando la falla

¿Quien tuvo la culpa?

Pero esta soledad me calla


Reviso las cartas

Que tú me enviabas

Pensar que eras mía

Pero esta soledad me acaba


No puede ser verdad

El dolor es demasiado fuerte

Esta maldita soledad

Es para mí la muerte…


Alejandro Castro N.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Y, qué esperas?


Has tenido la idea de que puedes lograr todo lo que te propones? Ese pensamiento que se vuelve tan fuerte dentro de ti que terminas por decir: "Por qué no?".

Mientras sucede un reality show de cantantes, y pensar en aquellos jóvenes que posiblemente no tienen un sueño tan diferente al mio, me pregunto... Cuál es la diferencia entre ellos y yo? Por qué ellos sí lo lograron? Que hace falta para destacar?

Transcurre el programa mientras me tomo un vaso con coca-cola sin gas, y aparece un cantante, vestido de blanco que iluminaba el escenario. Termina su tema, los jueces no se conmueven, pero hay algo dentro de mi que me obliga a sacar una sonrisa. Es la primera del dia, aunque ya muere la noche.

Solo en mi cuarto sigo creyendo que aquel sujeto desde tan lejos, ya cambio mi dia, y quien sabe el de cuantas personas más. Su éxito consiste en una calificación? En una remuneración monetaria? Aplausos? Satisfacción personal? Conmover al público?

Sigo preguntandome, Qué hace falta para tener éxito? Cómo hacer para lograr tu sueño? Se acaba el programa y quiero cantar. Decido escribir. Recuerdo el propósito del texto antes de desvariar. No espero que la respuesta llegue. Quiero que emerja. Porque sentir la satisfacción de algo labrado dista mucho de la que produce algo encontrado.

Todavia peleo con la idea que todo tiene su tiempo. Ahora es tiempo de todo lo que quiero. Y quiero mucho, y lo obtendré. Regreso a la cocina y me preparo un café. Desempolvo viejos proyectos. Esta noche comienza mi dia...

martes, 6 de octubre de 2009

Primera


Como artículo de entrada, creo que lo más prudente es dar a conocer la razón de la publicación. Afortunadamente la prudencia no es mi mayor virtud, por lo que la razón no será parte de la explicación. Pues la prudencia es una verdad hipócrita, una frase que prefiere no ser escuchada, o por lo menos no en ese momento. Pues el imprudente es rechazado y no celebrado. Porque su verdad, aunque compartida, no es aceptada. Porque alguien tenía que decirlo. Y no por eso, su fin es el de comunicar. Porque no hay destino en la redacción. El escribir es el destino. hacerlo porque se lo siente. Para descubrirse, y reafirmarse que en palabras el imprudente es recordado, que los párrafos no perecen y que la verdad, aunque a veces no es prudente, es verdad. Bienvenidos a todos aquellos que toquen la puerta, y al resto, que aunque pocos, que se atrevan a entrar, bebida espirituosa mediante, quedan en su casa. Esto es desde adentro. Sin definición, sin objetivo. Evidencia intangible de historias no contadas...