sábado, 11 de diciembre de 2010

La Navidad de Melchor, Gaspar y Baltasar/ La Navidad de Mejor Gastar que Abrazar

Este supongo será el penúltimo post del año ya que me encuentro en un cambio de actividad profesional (conseguí mejor chamba!) y por ende no creo poder seguir escribiendo con tanta periodicidad, aunque espero equivocarme.

Una vez dicho eso, información absolutamente irrelevante, vamos al texto…

Ya se acerca la navidad. Época de pasar en familia, de vestirnos de matita de ají y comernos el primo grande del pollo. Época de dar y recibir, de renos con gripe y muñecos de nieve con bufandas. De bonos navideños, de bombardeo de comerciales de jugueterías y de “si no tiene plata, se jodió”.

No me gusta la navidad. De pequeño la amaba, como amo ahora al sushi, pero lastimosamente al crecer te vas dando cuenta de que tú mundo, no es el mundo. Recuerdo las reuniones de la infancia en casa de mi abuela, cuando nos reuníamos entre primos alrededor del árbol de navidad, a cantar villancicos una y otra vez. Los adultos nos miraban con ternura (y seguro por dentro pensaban en las cuentas por pagar), nosotros cantábamos huevadas sin sentido pero con mucho sentimiento (¿pero mira como beben los peces en el río?) nos atragantábamos de chocolates y pistachos en torno una planta muerta rodeada de luces. Todo el circo, que en esa época no comprendía y juraba que era el mejor mes del año, se fue esclareciendo con el paso de los años. Años que me fueron preparando para tomar el puesto del grinch.

No quiero sonar a discurso de radio católica, porque me parece una porquería que tan “noble” institución como la iglesia católica se aproveche del altruismo para recuperar clientela, pero hay que reconocer que hay gente que está más jodida que nosotros. Sí, es cierto que talvez no tengamos para el nuevo departamento, pero tenemos un techo (y no de zinc estoy seguro). Talvez no tengamos para el viaje a estados unidos (destino, para mí, totalmente carente de atractivo) pero tenemos una mesa con comida todos los días. Y con esto no quiero decir que nos conformemos con lo que tenemos, o que nos portemos como monjitas de la caridad y regalemos todo lo que tengamos, pues estoy totalmente de acuerdo en mejorar el nivel de vida, pero también que a la par mejoremos el cerebro.

Es impresionante ver el nivel de stress que se maneja la gente en estas fechas, pensando en que primero va el regalo antes del abrazo. Que primero va el “¿y ahora que le doy?” antes de “¿cuantos abrazos le debo?”. Primero el “detallito” antes del gesto honesto. Fechas en las que “dar es mejor que recibir” significa “endeudarse es mejor que quedar mal”. No pretendo tampoco ser escritor motivacional, pero tenemos recursos ilimitados del tan sub valorado cariño.

Recuerdo que odiaba cuando en el colegios, nos llevaban a cantar villancicos al frente de un montón de extraños. En esa época luego del "Especial de Navidad" te daban una funda de caramelos, como quien le da una galleta a un perro por el buen comportamiento. Ahora que veo estas presentaciones navideñas, me voy dando cuenta de que todo es falso. Son falsos los duendes que cantan "jingle bells" (canción que no creo que ningún niño de 10 años entienda o tenga ganas de entender), como es falso el profesor de música que moviendo una batuta (o el palo que se haya encontrado por ahí) juega a ser el director de orquesta que nunca pudo ser. Es falso Santa Claus (invento de la Coca-Cola), ese Papá Noel criollo, que suele ser el conserje del colegio, como también lo es su barba y su barriga. Son falsas las ganas de estar ahí de los niños como de los padres. También es falso el árbol de navidad, pues nunca realmente salió de la tierra ese cipress de plástico tuning. ¡Y lo peor de todo es que nos encanta!

Ahora que lo pienso, la navidad no es más que San Valentín, Halloween o el día del árbol. Halloween es auspiciado por Snickers, San Valentín por Hallmark y Navidad por Matel. El día del árbol solo es auspiciado por Green Peace y por eso no tiene tanta acogida. Que nadie me venga a decir que la navidad es auspiciada por Jesus Cía Ltda, porque si talvez, hace algún tiempo lo fue cuando los 3 reyes magos fueron a dejarle regalos al “niñito dios”, hoy ese acontecimiento no es la sombra de lo que se supone debió haber sido. Mi navidad llega hasta el 6 de diciembre, pues todos me regalan licor. Y sin preguntar. Pero a partir de que se acaba la celebración de la sacada de madre que nos metió la “furia roja”, se comienza a extender la distancia entre los polos emocionales y económicos. Con esto quiero decir que quién está solo, se sentirá más solo que nunca. Quien tenga a alguien a su lado, agradecerá infinitamente la compañía recibida (el agradecimiento será inversamente proporcional a lo que le cueste mantener a la “reina”). Quienes tengan dinero, podrán darse gusto demostrando que el afécto sí se compra, mientras que los desfavorecidos tendrán lo suficiente o para un pan o para una dosis de cianuro.

Se produce una interesante lucha entre lo que el mundo te dice que es lo que hay que hacer y lo que realmente puedes hacer. Y el primero gana por goleada si no tienes una pequeña noción de lo que significa tener sentido común.

En la infinita cadena de parentesco que une a la humanidad, al hacer algo bueno, no por el prójimo, sino por SU prójimo, indirectamente estará ayudando al mendigo de la esquina. Nadie escoge venir al mundo, y nadie escoge la familia en la que nace (eso solo sucede en los programas de intercambios). La suerte es un factor que afecta solo a los estúpidos que intentan justificar cualquier tipo de evento que puede o no estar dentro de su poder de decisión. Esta es la vida que nos tocó, para bien o para mal. No pido que hagamos conciencia, pues somos humanos y la historia nos demuestra que la conciencia será una de las piedras que faltaron en la construcción del “homo sapiens”.

Así que no me parece que sea exagerado de vez en cuando verse a uno mismo… Pero verse desde los ojos de la madre de 6 hijos que está cantándole a sus enanos para que se duerman y apacigüen el hambre de una noche buena (¿noche buena?) sin pavo, ni juguetes, ni “un mundo sin límites”…