domingo, 31 de enero de 2010

Instrucciones para armar a la mujer ideal

Cansado ya de escuchar los comentarios acerca de la carencia de una u otra cualidad de lo que silvestremente se conoce como mujer, decidí hacer un instructivo manual para armar una mujer excepcional, la cual sirva de base para muchos hombres, y que además estos puedan hacer los ajustes necesarios para cada caso.

En orden ascendente, nos encontramos con los pies, los cuales deben estar enfundados en un par de tacones de aguja versión 10 cm. Tobillos sutiles, pero con habilidad para jugar un partido de futbol (ajuste el deporte de su preferencia).

Largas piernas firmes y bronceadas. Capaces de hacer que el público masculino regrese su mirada para atesorar el recuerdo efímero pero impactante de aquel par de columnas sobre las que se asientan, las prominentes caderas, con voluptuoso derrier que no llega a volverse exagerado, sino totalmente aprobable. (Medidas proporcionales al antojo y modelo requerido).

Las extremidades inferiores, perfectamente alineadas, se encuentran envueltas en una minifalda, 12 dedos encima de la rodilla, 8 debajo del ombligo, 40 grados centígrados de temperatura en los circulantes aunque irónicamente los mismos quedan congelados. Con capacidad de baile a ritmo de salsa, merengue y bachata, y reggaeton en el caso de los más jóvenes, invitan a volar a la imaginación, levantan sospecha de extraños por su legitimidad, envidia de algunas, y admiración de muchos. O ¿envidia de muchas y admiración de todos?

Espalda baja arqueada, con sendero de ida y vuelta, como señalando 2 caminos que resultan siendo el mismo. Van de ida a la gloria y de vuelta a lo magnánimo. Abdomen suave, apenas sudoroso, como vasija hecha a mano. (La medida de circunferencia resulta ser el largo de su miembro... Conocido como brazo). Este se encuentra mutilado por una pequeña vara metálica que atraviesa el ombligo con el propósito de hipnotizar y señalar como brújula, un destino superior (Superior en sentido puramente metafísico, y no direccional).

Para equilibrar el cuerpo, se debe colocar un contrapeso en la parte frontal superior del tórax, el cual deberá ser simétrico. Y homogéneo, pues el contrapeso se divide en 2. De textura suave al tacto, deberá ofrecer una pequeña resistencia al mismo, y una resistencia aun mayor a la gravedad. (Es recomendable elegir un modelo que se acople a su gusto y capacidad de manipulación, sin limitar la eficiencia general). Para su vestimenta elegiremos una blusa que se ajuste al contorno. Al contorno de la mente y de la muchacha, no necesariamente en ese orden.

Tenemos, a continuación pues, las extremidades superiores. Brazos con textura de pétalo de rosa, suaves al contacto, con poder de tomar en brazos un niño, abrazar en el momento indicado, realizar varias labores domésticas y profesionales. Aunque en estos tiempos las labores sean mayoritariamente profesionales (créanme, lo son). Manos no muy gruesas, con manicure francés, ternura maternal, firmeza aprobable, y cerveza fría. (Elegir el licor a su gusto).

Labio carnosos, protuberantes sin llegar a ser exagerados, de color rosado leve, disfrazados de rojo carmín, que invitan a pecar. Sonrisa, valga decirlo, de hornado. Dientes perfectamente alineados y blancos como su alma, capaces de hacer sonrojar a los tímidos, elevar el ego a los seguros, y cegar a la multitud.

Nariz recta, perfecta. Ojos que pueden ver tu alma, todo lo malo que tienes adentro y aun así apreciarte por quien eres. De color negro como el infierno, celestes como el cielo, verde natural, o cálido café. Enmarcados en pestañas paralelas, largas y negras, perfectamente trazadas por un delineador que contrasta con el tono de sus ojos, y por ende de su alma. Luego de recorrer las partes más voluptuosas y efímeras, por así decirlo, tenemos como destino final a la parte más valiosa, y usualmente subvalorada: Su acompañante. Y no me refiero a un hombre, sino a su acompañante de toda la vida, quien la alegra, la confunde, la hace salir adelante y por quien llega a ser quien es. Su cerebro.

Pero como cualquier otra pieza del rompecabezas, habrá que hacer un modelo estándar. Actitud y acción de autosuficiencia, sin llegar a ser arrogante. Conocimientos elevados, sin jactarse de ello. Conocimiento y aprovechamiento de su propia belleza dejando a narciso fuera de su mente. Que no juzgue al libro por la pasta (es que hay pastas regulares con gran contenido, y a veces solo lindas pastas con… Bueno, solo lindas pastas). Capacidad de diferenciar entre el bien y el mal. Risas y sonrisas, gran humor que no llegue a ser una continua cascada de irritabilidad. Apreciación de lo bello. Clase al vestir. Gusto al comer. Orgullo de si misma, por su contextura y por sus logros, y aprecio hacia los demás. Desenvolvimiento natural, elegancia al caminar. Cariño por el prójimo (Cambie la palabra “prójimo” por su nombre propio y/o apodo). Pasión en sus actividades diarias (Principalmente en ESA actividad que esperamos también sea diaria). Emprendimiento en asuntos importantes, rectitud en juicio, y besos oportunos. Detallista, sin caer en la exageración, y perfeccionista sin llegar a la neurosis. Lágrimas sinceras al sentir verdadera felicidad o tristeza.

Si tú, o usted piensa que esta mujer es solo formulada por pensamientos e ideas aleatorias, piense otra vez. A este ser se le puede encontrar en todos los lados. Al doblar la esquina, en la tienda del barrio, en los centros comerciales y parques. En discotecas y bares, en mercados y autos, en bicicletas y aulas de clase, en oficinas y heladerías.
Se encuentran en todas las edades. Desde las tempranas edades, donde apreciamos la inocencia y frescura, pasando por los veinti, treinti y cuarenta y tantos donde la fuerza y la dulzura se conjugan, para llegar finalmente a la edad donde podemos apreciar la inteligencia, y la elegancia.

Todos nosotros en algún momento de nuestra vida deseamos a alguien así (algunos siempre) por quienes seríamos al estar con un ser así. Y tenemos que ser equitativos y equilibrados por lo que para recibir tenemos que dar. Para dar con alguien mejor debemos ser mejores, pues en la reciprocidad se encuentra la relación más equitativa y justa.

Nada más alejado de la realidad, pero cabe al final la siguiente cuestión. Después de tanto pedir, requirir, inclusive demandar a la idoneidad hecha carne, nuestra conciencia nos obliga a preguntarnos: ¿Merecemos a alguien así?