martes, 12 de abril de 2011

A veces los que se van, tenían más derecho a la vida, que los que nos quedamos.

Siempre he pensado que la humanidad es una contradicción caminante (Rodante, después de la revolución industrial). Cuando ha avanzado en edad desea volver. Cuando es joven aún, desea adelantar el tiempo. Y cuando está en el momento justo, se aburre irremediablemente.

Pensando esto se me hace, profundamente triste pero obligatorio, empezar este texto, el cual va dirigido a un amigo, al cual olvidé por un tiempo. Y bueno ¿Quién no ha olvidado un gran amigo en el trascurso de la vida? ¿Quién no ha abandonado una promesa? Seguramente nadie. Hasta dios abandonó un hijo, según dice la novela de ficción llamada biblia.

Recientemente lo recordé, a mi amigo, por un hecho muy prematuro y triste. Su madre acababa de fallecer. Fue un golpe para muchos quienes la conocimos. Unos más cercanos otros menos. Para mí, fue una segunda madre en mi adolescencia, pues en su casa me recibió incontables días. Y así como de rápida fue su bienvenida, fue así de rápida la despedida. Ni siquiera fue despedida, porque cuando mueres, es la única vez que no puedes despedirte. Solo te largas.

Pero no quiero hablar precisamente de ese tipo de adiós. Hablo de uno que está mejor disfrazado y que mata poco a poco sin que te des cuenta. Y este adiós, también te aleja del resto, sin despedirte formalmente. Es cuando te alejas de los amigos, de tu familia. Y no hay lió si nos alejáramos de gente que su amistad nos es indiferente. Lo terrible es alejarse de las buenas personas. De aquellos que al abrazarte sientes más que el tacto de los abrazos (no jodan, no sean mal pensados) ese mal llamado calor humano.

Me alejé, lo confieso, excusado por la universidad, los proyectos, las novias, los “nuevos mejores amigos” etc. Que triste amigo mío, haberte abandonado.

En el funeral de su madre, llegamos muchos a la velación y posterior misa. Vale agregar, que me parecen tradiciones enfermas e hipócritas, pues ¿Para qué tener el cuerpo de quien ya no está para que todos pasen a verlo como si fuera una exhibición? ¿Qué podría decir un cura que nunca conoció a quien está en aquella caja, mal llamada ataúd? ¿Qué nos reconfortemos con el milagro de la resurrección? ¿Qué nos regocijemos sabiendo que ahora “la hermana” está a la diestra del señor? Solo tenía ganas de mandarlo a la mierda. Literalmente. No me desvió de lo que les quería decir.

Llegamos muchos, y de forma rápida, pues había fallecido en la mañana, el velorio fue desde la mañana igualmente, la misa en la tarde seguida de la cremación y supongo un posterior entierro. Y he aquí el punto, para no divagar: Me es profundamente triste y cabreante el ver que muchas más personas asistirán a tu funeral que a tu cumpleaños. ¿Por qué lo hacen? Porque dan por sentado que vendrán más cumpleaños a los cuales podrán asistir si el tiempo “les da”. El cumpleaños de la madre de mi amigo era hoy, martes 12 de abril, y los que no fueron el año pasado (incluyéndome y a mi familia) y planearon asistir este año, seguramente lo lamentan. Pero como la conciencia se va perdiendo, no por falta de memoria, sino porque ya no tiene mucho uso en estos tiempos, será un lamento que durará hasta que les venga una nueva buena noticia tipo ir al cine con la novia, que la liga haya ganado o que les fue bien en algún contrato o examen.

Pero mierda, ¿Por qué esperamos hasta estos momentos para acercarnos? ¿Por qué mierda somos así de idiotas y no nos damos cuenta que no somos eternos? Ella estuvo presente el sábado y el domingo ya no. No puedo imaginar el dolor de mi amigo al querer volver a abrazar a su madre, y solo tener una fría urna con polvo. O el espacio vacío que dejó en la cama de su esposo. No pido que nos vistamos de negro, y estemos de luto, pero no creo que sea mucho pedir que de todo este dolor, muy ajeno a todos nosotros hasta que sea personal, saquemos una puta reflexión que nos vuelva mejores personas.

Al despedirme de mi amigo, se me fueron las lágrimas. Me imagine el dolor de que se vaya mi madre prematuramente, como se fue la suya y sentí una punzada en el interior. No digo en el alma, pues no creo que tengamos una. Al menos yo no.

Desde ya te pido disculpas por alejarme en el pasado, e intentaré no cagarla nuevamente. Antes de retirarme, te prometí no alejarme y darte mi apoyo, pero seguramente será hasta que una nueva alegría venga a mi vida, o un nuevo dolor reemplace el que siento ahora y cuando suceda eso, seguramente te volveré a abandonar como entonces, querido amigo mio.