lunes, 17 de diciembre de 2012

Navidad en UIO


El hogar del habitante de la ciudad de Quito, en el mes de diciembre, cambia su look tradicional (sea cual fuere el mismo) por uno más apropiado a las fechas venideras. Se quita la bandera del real madrid y la de la “franciscana” ciudad de Quito, junto con la bota que guarda los restos del vino no bebido en la Tomás de Berlanga y el sombrero heredado del abuelo. Todos estos adornos van de vuelta al closet, de donde emergen adornos más “romano-escandinavos”. En pocas, guardan el kit “plaza de toros” y sacan el árbol de navidad y el pesebre.

Del árbol de navidad no hay mucho que decir más allá de que no es un pino sino un ciprés de precio regateado en los parqueaderos del parque de la carolina, o uno de plástico comprado en tiendas de estilo SUKASA o ferrisariato. Estudios indican que el regateo es una técnica inútil en los segundos.

Al mismo se lo coloca en la parte más vistosa de la sala, o en aquella esquina que aun conserva la mancha negra que dejó el mini incendio provocado por el tío alcohólico hace 2 fiestas de Quito. Usualmente lleva luces de color amarillo (las cuales son desatadas por los integrantes más jóvenes de la familia, ya que la matriarca no quiere arruinarse el manicure) y que van bien con el color blanco-hueso de las paredes. Estas mismas luces vienen con un parlante que toca las canciones más representativas de la navidad en el tono musical más insoportable que los fabricantes pudieron encontrar. Parlante, cabe destacar, que funcionará a pesar de que noventa y nueve de las cien putas lucecitas no funcionen. Se lo decora con bombillos hechos del mismo material del que están hechos los recuerdos felices de un amnésico, y se lo corona con una estrella (generalmente dorada) de seis puntas en el caso de los católicos, de cinco e invertida en el caso de los satánicos, o de tres en el caso de los que tiene un mercedes-benz.

El nacimiento o pesebre, es una representación en miniatura del nacimiento de Jesús en Belén, y por lo tanto lleva todos los elementos de tal evento. Tradicionalmente se lo revestía de musgo natural, pero desde que su uso fue prohibido en el año 2004 debido a razones ecológicas (así como el uso de la hoja de palma en semana santa o del cerebro en época de elecciones) se lo realiza con los pedazos pintados de los periódicos que rompe el presidente en sus sabatinas, o en su defecto con materiales sintéticos. Todo pesebre quiteño que se respete deberá tener las figuras de José con la barba de Tom Hanks en Naufrago y la de María con túnica color “celeste azulejo de piscina pública” y mirada perdida en el cielo. Así mismo, Jesús más conocido en la fauna de la capital como “el niñito dios” tendrá ojos azules, cabello rubio, un pañal blanco (por eso de la censura católica) y se encontrará en la mitad de la Meri y el Pepe. Detrás de ellos, respectivamente, estarán dos figuras de animales. No me refiero a Fabián Alarcón y a Osvaldo Hurtado, sino al asno y al buey. Luego tenemos a los reyes magos quienes son ubicados en fila india y van a pie a llevarle regalos a Yisus. Se los solía ver montados en sus camellos, pero por eso de la crisis ahora usan el trolebús o van a pie. A pesar que en ninguna parte de la biblia se indican sus nombres, ni que fuesen reyes, ni que fueran tres, usualmente se los conoce como Melchor, Gaspar y Baltazar. Para completar el nacimiento se hace el clásico “lago de los cisnes” con un pedazo de espejo o un trozo del papel aluminio en el cual estaba envuelto el pedazo de pizza que sobró del martes.

El resto de la casa se la revestirá de verde y rojo, y Kiko Gutierrez creerá que es apoyo para Sociedad Patriótica.

La novena se reza rápidamente para poder comentar los acontecimientos de la última novela brasileña de Ecuavisa (porque siempre hay una). Los centros comerciales se vuelven expendios de paz espiritual a 12 meses sin intereses, y de tranquilidad de conciencia con 2 meses de gracia. De repente, la mayor fiesta católica del mundo se transforma en la mayor transacción monetaria de las jugueterías y el mensaje del mesías se va un poco a la mierda.

La noche del 24 de diciembre es la más larga para los guaguas quiteños que nacieron con estrella sobre su cabeza, y una más de muchas noches frías para los que la única luz que los ilumina es la de un semáforo. Esa misma noche en la que la ciudad huele a pavo horneado y a ciprés muerto, los padres sacan los regalos que los tendrán endeudados durante el primer semestre del siguiente año y los colocan bajo el cadáver del árbol de la sala.

Al día siguiente se abren los regalos, se come el recalentado del infeliz pavo y se ve “La Pasión de Cristo” por décima quinta vez.

Y finalmente llega mi día favorito de diciembre, es decir el 26. Día en que finalmente puedo decir “A la mierda los pastores, se …” (Yo sé que ustedes en sus mentes la completaron, y también se alegraron).