Menores de edad, treinteañeras, pasadas los cuarenta y abuelas (no hablo solo del ámbito sexual por si acaso exista algunita que desee demandarme o cumplir alguna fantasía prohibída no por la ley de la moral sino la del Ecuador). Con mucho dinero, con lo justo. De carnes perfectamente balanceadas, de bustos que luchan con la gravedad, de gran volumen abdominal. Cabello corto o largo. Blancas, negras, morenas, rubias y pelirrojas. Con cabello negro. Made in Ecuador, de exportación o importadas. En relaciones, solteras, madres de alguien, hijas de alguien. Todas y sin excepción alguna, sin importar lo que digan, comparten no un rasgo, sino una imposición legada por sus madres, y las madres de sus madres. Y sus viejos también.
Nuestras mujeres se encuentran en una lucha diaria consigo mismas. Sí, a veces ganan batallas importantes, como darle celos a su ex con ese vestido que les costó la mitad del sueldo o un aumento de salario el cual es proporcional a la disminución textil de su ropa. Pero, ¿vale la pena los constantes sacrificios que realizan a lo largo de sus vidas por alcanzar la estética universal? Operarse los senos (No se quien se inventó el término “chichis” para que suene “menos peor” pero pudo haber sido una mujer que no se encontraba a gusto con su par), hacerse una abdominoplastia, pasar 5 horas en una peluquería para una fiesta de 3 horas, usar tacones de 10cm para terminar con los pies demolidos, o una máscara de maquillaje diaria. Son concepciones que las tenemos como normales. ¡Hey! También era normal en nuestras culturas precolombinas deformarse la cabeza, arrancar el cabello de mechón en mechón a las mujeres a punto de casarse en algunos sitios de Africa, o en la antigua China deformar los pies porque era más estético.
Lo normal no siempre es lo correcto. De hecho, la mayoría del tiempo no lo es. Y no me guío bajo un código moral. Para eso están los de Derechos Humanos, los curas y los curuchupas. Utilicemos el cerebro.
Empiezo diciendo que no estoy en contra de que se pongan bonitas. Es siempre apreciado una preocupación por lucir bien. No caigamos en la exageración. Tuve una novia que en su cumpleaños fue a la peluquería durante 3 horas, para luego salir de ella, llegar a su casa mojarse el cabello, despintarse el rostro, llorar 15 minutos, y volver a hacerlo todo de nuevo porque no le gustó. Parece que las fotos de la noche le preocupaban más que su disfrute del cumpleaños. Cabe mencionar que no hubo ningún disfrute esa noche. De ninguno de los dos.
Todos los comerciales ya sean de prensa, televisión o Internet “invitan” a las mujeres a bajar de peso, tener un mejor cabello, deshacerse de sus arrugas, poseer pestañas con más volumen (Porque sí nos importa las pestañas…), piernas menos pálidas, senos (Sí, SENOS) más firmes, trasero menos caído, vientre más plano, etc. Nadie está en contra de que tengan cuerpos saludables. Pero de ahí a que digan que están gordas el 70% del tiempo es otra historia. (El otro 30% es cuando están dormidas. Y si no sabemos lo que piensan durante el día, peor aún cuando duermen).
El mundo les dice todos los días que si no tienen el cuerpo de Jessica Alba, la colección de ropa de Sarah Jessica Parker o el cabello de Rapunzel, están perdidas. Y ustedes se lo creen. Punto. Y que conste que Rapunzel no siguió ningún tratamiento de 3543 vitaminas ni compró Herbal Essences.
Su competencia va más allá de la vieja supervivencia de conseguir al macho con más señales de dominancia, recurso y mejores genes. Su competencia es tácita, homogénea y no declarada. Como la guerra fría de las faldas. Y nada tienen que ver los escoceses aquí. sNota: Aquel hombre que aún piensa que su novia se puso guapa para salir, porque va a estar con él, vivirá engañado.
No se trata de ser la mujer de catálogo de Victoria’s Secret. Es por todos conocido que necesitan alimentar su ego con cumplidos y miradas (no digo indiscretas porque para eso somos pésimos todos los hombres). No esperamos que lo sean. Cuando decimos “mujer perfecta” entramos primero en una contradicción, y no es lo que piensan. La perfección a la que nos referimos no se mide solo con cinta métrica.
Con la pregunta inicial no pretendo acercarme a un exterminio del sexo opuesto. Sino me refiero a la esencia de su feminidad, que es a la final lo que fueron de niñas, son ahora y serán después de la menopausia. Escotes y minifaldas son muy apreciados el día de hoy, pero totalmente sobrevalorados. He conocido mujeres con nada más que ofrecer que un lindo par de piernas (y que buen par). Y créanme, ningún hombre puede amar un fémur aislado. Por más tibia y peroné que vengan luego de.
Pero hagamos un balance de piernas (o la extremidad que más le guste) y cabeza. La personalidad, en mi humilde opinión, es a la final lo más preciado. En todo sentido.
No solo les decimos mujeres porque carecen de un apéndice que dispara ADN a la mínima señal de estímulo. Si es por esas, cualquier travestí podría serlo. Son mujeres porque quieran aceptarlo o no, tienen una madre adentro de ustedes, una chica de 23 años que solo desea tener sexo, una abuela cansada, una guerrera que no arruga ni en piscina (el ejemplo va para hombres, pero bue…) y una niña que espera y se merece un príncipe.
No pierdan lo que son. No permitan que el mundo les quite lo que amamos de ustedes. Y por favor, no dejen de tener 23 años.