El telégrafo no deja de sorprendernos últimamente con
brillantes columnistas de opinión sacados de las más futuristas películas de
ficción… de los años 70.
Un nuevo texto del mismo diario me sorprende el día de
hoy. “El nombre de la estupidez” de Julia Legarda. Un texto donde se pretende
demostrar la idiotez de unos estudiantes mediante sus pobres argumentos para
defender ideas indefendibles. Lo pueden encontrar aquí: http://eltelegrafo.com.ec/index.php?option=com_zoo&task=item&item_id=25725&Itemid=6
La escritora se mete en el papel de la narradora de la
historia, utilizando frases descalificadoras que pretenden ser graciosas pero
que terminan siendo insultos comunes. Se nota en el texto una actitud de
superioridad sobre el resto de mortales de la clase. Finalmente la narradora no
puede soportar la “estupidez” del cuerpo estudiantil, y decide abandonar el
aula.
Eso es todo amigos. 4 párrafos. Una historia “seria” contada
a modo de chisme, sin nombres, sin fecha, sin títulos. Desprecio por un grupo
de intelecto, aparentemente, inferior. Nada más. Aplausos.
No soy quien para hablar de calidad moral. Así que por
ese lado, no es la bronca, aunque supongo que para referirse en esos términos a
estudiantes que van a formarse, y no a adultos con una idea “clara” del mundo,
Julia es el equivalente real de Martin Prince Jr. (Los Simpsons). El lío es que
este texto está en la sección de opinión de un diario de circulación nacional,
en su edición impresa, y de circulación mundial en su página oficial.
"Mi primer impulso fue lanzarle el borrador de madera y romperle los dientes para que toda su vida se acuerde que la estupidez tiene un precio". Esta frase fuese genial si estuviera en un página de una novela, pero al darnos cuenta de que es parte de un editorial, la cosa cambia. Sí Sra./Srta Legarda, el impulso de romper dientes es algo digno de alguien "inteligente y bello" como dice Orlando Pérez (subdirector de diario El Telégrafo) en uno de sus tuits: https://twitter.com/#!/orlyps/status/158589932061999104
Habla de personajes estereotipados y los describe como
tales “el bacán”, “un muchacho de vocecita levemente fuerte”, “un flaquito”. ¿Y
cómo debemos referirnos a usted entonces Julia? ¿La del brillante artículo? ¿La
intelectualita?
Ella dice “No doy
el nombre de la universidad, porque creo que no es su culpa tener como
estudiantes a unos idiotas de este calibre, estos, bien se sabe, se
filtran por todas partes con tanta facilidad que asombra”. Supongo que los diarios tampoco tienen la culpa de los infiltrados. Y a nosotros, los lectores, también nos asombra.
¿De donde sacan a estos personajes? Julia Legarda,
Alfredo Vera, Nancy Bravo de Ramsey, Ketty Romoleroux. Todos ellos han llegado
a ser TT en Ecuador y no precisamente por sus textos de calidad, lo cual hace
más sencilla la sátira. Muy, muy sencilla.
Don Orlando Pérez, no nos la ponga tan fácil.
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