Los libros de Paulo Coehlo han sido traducidos
a 56 idiomas, lo que lo convierte en el autor más traducido del mundo. Ha sido
publicado en 150 países, una cantidad bastante cuantiosa considerando que lo
que vende son libros y no películas de Hollywood o iphones. Además el escritor
brasileño cuenta con más de 54 millones de libros vendidos, una cifra
comparable con las ventas mundiales de artistas de la talla de The Police,
Black Eyed Peas, Robbie Williams, RHCP, Linkin Park, Cold Play o Michael
Bolton.
En pocas palabras, Coehlo es una apuesta
segura cuando de ventas se trata. Aunque teniendo en cuenta que lo más
escuchado a nivel mundial es Lady Gaga, lo más comido son las frituras, y lo
más descargado del es la pornografía, el ser un referente en ventas no es un
sinónimo de calidad. Y Paulo no es la excepción. El criticado autor nos trae
libros a razón de casi uno por año, lo que nos dice algo acerca de él: O
tenemos a uno de los genios de la literatura actual, o alguien encontró la
piedra filosofal... de las ventas. Descubramos que hay al final del agujero.
Todos hemos escuchado títulos como “¿Quién se
ha llevado mi queso?”, “La culpa es de la vaca”, “Chocolate caliente para el
alma”, “Padre Rico, Padre Pobre”, etc. E inclusive los habremos leído en alguna
ocasión. La auto-ayuda como terapia barata, se lleva gran parte del mercado
mundial en venta de libros. La “literatura” del brasileño, se compone en esencia
de un pilar de auto-ayuda, ya sea este la búsqueda de un objeto preciado o el
emprendimiento de un viaje mágico. Sabiendo de antemano que la mayoría de
personas en el mundo obedecen a una fe que les indica que tienen un propósito
en la vida, y que con el paso del tiempo lo irán descubriendo, el autor de “El
Alquimista” se aprovecha de manera inteligente de los motivos a los cuales
responde la psicología humana, y les muestra un respuesta metafórica entre
verdadera y ficticia. Y va más lejos. A sabiendas de la ambigüedad de sus
respuestas para la vida, son colocadas a propósito para que se puedan
interpretar de diversas formas, dando siempre como resultado una respuesta
satisfactoria a las necesidades del
lector. Un pajazo mental.
Jorge Martí nos dice: “Mejor que leer a
Coehlo, es no leer nada en absoluto”. Estoy en desacuerdo puesto que en mi
opinión es más beneficioso que un niño lea “El Peregrino” a que se encuentre
frente a un episodio de “Jershey Shore”, “Mi Recinto” o “Vamos Con Todo”. De
hecho, el tenerlo tras un libro de Paulo es mejor que tras un televisor, a
pesar de que este tenga 300 canales. Aunque tampoco es una excusa para hacerlo.
Sus personajes tienen de creíbles, lo que el
Dr. Lecter de misericordioso. La complejidad en su narrativa es un término que
no existe en la misma. Su prosa es fácil de entender a pesar del simbolismo
mágico que conllevan sus párrafos. Se digiere de maravilla como un caramelo,
pero su aporte al cuerpo resulta siendo el mismo que de un carbohidrato vacío.
En la medida en que no hay que echarle mucho
seso para entender las, muchas veces absurdas, canciones de Arjona, a Coehlo se
lo lee sin ningún problema a pesar de tener al lado de uno a 10 gritones obreros
y cada uno con su respectivo martillo neumático.
En resume, la obra del “guerrero de la luz” no
es más que fast-food para el cerebro.
Y los efectos de la comida chatarra están más que demostrados. Pero al final, usted
decide.
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