Volvamos a lo que quería decir. Crecer es
cambiar. Transformamos un cuerpo pequeño que necesita de atención las 24 horas
del día, por uno grande que puede cuidar de sí mismo y de otros. Bueno, no
todos. Cambiamos los chupetes por cervezas, las espadas de plástico por
celulares, tu pana de la infancia por la chica del sábado. Cambiamos sin darnos
cuenta, sin siquiera sospechar que lo hacemos. Mientras que lo más importante
para una chica el día de ayer era comprarle un nuevo coche a su Barbie, el día
de hoy es conseguir un Ken con coche nuevo.
Al crecer vamos anhelando el siguiente paso. Cuando
estamos en la primaria, morimos por ser los “grandes” del colegio. Entonces
cambiamos los pantalones de rodillas con parches, por unos bien planchados. El
peinado de lado, con fijador, gel, cera y manteca, por uno más a la moda. El balón
de fútbol, por un puto tabaco. ¡Bienvenidos a la secundaria! Aquí básicamente
somos lo mismo, pero con peor cutis y peores notas. Una vez bachilleres,
anhelamos la universidad. Ese lugar que creemos que será un lugar de verdes
prados con chicas guapas, pero que, al menos en mi caso, termina siendo un
edificio frio con chicas... con chicas y chuchaquis semanales. Luego volvemos a
cambiar, y pasamos de ser “seres humanos en entrenamiento” a profesionales que
nos preguntamos a donde fueron a dar los conocimientos de los últimos 4 años.
Por mi parte, de vivir en un país de primer mundo, estaría anhelando con
infinitas ansias, la jubilación.
Cambiamos los posters de autos, por posters de
chicas. Los posters de chicas, por diplomas. Los diplomas, por cuadros. Los
cuadros por ventanas, y las ventanas por madera. Una madera que se encuentra 2
metros bajo tierra. Cambiamos nuestras lampiñas piernas, por unas más peludas y
nos sentimos orgullosos. Cuando sucede lo mismo en las mujeres, el sentir es
digamos, diferente.
Cambiamos de un agnosticismo nato, a (inserte
la religión que sus padres/sociedad le impuso). Algunos volvemos al estado
libre de culpa en el cual nacimos, y otros siguen yendo a misa los domingos.
Cambiamos a los amigos del barrio, por los amigos del colegio. Cambiamos a la
vecina, por la compañera de curso. Cambiamos de la talla “xs” a la “m”. Otros,
a la “xl”. Ellos también cambian de la coca-cola regular, a la coca-cola diet.
Cambiamos de casa. Muchos cambian de ciudad.
Algunos inclusive de país. Pasamos de usar tirantes a usar correas. De
demócratas a republicanos. De revolucionarios, a conformistas. Cambiamos los
viernes de farra con los amigos, a viernes de película con la novia. De domingos
de almuerzo en casa de los suegros, a domingos de resaca y finalín. Sabemos que
una mujer terminó su relación, porque cambio su corte y color de cabello.
Sabemos que un hombre terminó su relación, porque cambió de mujer.
Cambiamos de “cajita felíz” a lomo welington.
De soltero a casado. De mal casada, a feliz viuda. Cambiamos las pantalonetas
por corbatas. Cambiamos nuestra ropa y nuestro estado de facebook. Por cierto, ¿Desde
cuándo “es complicado” se volvió un estado?
Cambiamos las fotos de perfil y las cortinas
de la sala. Cambiamos el baila de la silla por el baile del tubo. Unos cambian de cereal y otros cambian de sexo. Cambiamos de
animales y también cambiamos de mascotas.
Como vemos, el cambio es simplemente una
adaptación al presente. Es una actualización de nuestro “software”. Inclusive
yo que hasta el día de ayer consideraba que lo mejor que una mujer se puede
poner era un vestido escotado para una fiesta, he cambiado de parecer. Definitivamente lo más
sexy que una mujer puede usar, es una camiseta de los doors, para dormir.
La vida es un constante cambio, y depende de cada ser humano adaptarse o no al mismo. En todo caso, el cambio es progreso, nuevas oportunidades y sobre todo VIDA. Te recomiendo la canción: "Todo cambia" de Quilapayún. Besos. TKM.
ResponderEliminarSUNE