El hogar del habitante de la ciudad de Quito,
en el mes de diciembre, cambia su look tradicional (sea cual fuere el mismo)
por uno más apropiado a las fechas venideras. Se quita la bandera del real
madrid y la de la “franciscana” ciudad de Quito, junto con la bota que guarda
los restos del vino no bebido en la Tomás de Berlanga y el sombrero heredado
del abuelo. Todos estos adornos van de vuelta al closet, de donde emergen
adornos más “romano-escandinavos”. En pocas, guardan el kit “plaza de toros” y
sacan el árbol de navidad y el pesebre.
Del árbol de navidad no hay mucho que decir
más allá de que no es un pino sino un ciprés de precio regateado en los
parqueaderos del parque de la carolina, o uno de plástico comprado en tiendas
de estilo SUKASA o ferrisariato. Estudios indican que el regateo es una técnica
inútil en los segundos.
Al mismo se lo coloca en la parte más vistosa
de la sala, o en aquella esquina que aun conserva la mancha negra que dejó el
mini incendio provocado por el tío alcohólico hace 2 fiestas de Quito.
Usualmente lleva luces de color amarillo (las cuales son desatadas por los
integrantes más jóvenes de la familia, ya que la matriarca no quiere arruinarse
el manicure) y que van bien con el color blanco-hueso de las paredes. Estas
mismas luces vienen con un parlante que toca las canciones más representativas
de la navidad en el tono musical más insoportable que los fabricantes pudieron
encontrar. Parlante, cabe destacar, que funcionará a pesar de que noventa y
nueve de las cien putas lucecitas no funcionen. Se lo decora con bombillos
hechos del mismo material del que están hechos los recuerdos felices de un
amnésico, y se lo corona con una estrella (generalmente dorada) de seis puntas
en el caso de los católicos, de cinco e invertida en el caso de los satánicos,
o de tres en el caso de los que tiene un mercedes-benz.
El nacimiento o pesebre, es una representación
en miniatura del nacimiento de Jesús en Belén, y por lo tanto lleva todos los
elementos de tal evento. Tradicionalmente se lo revestía de musgo natural, pero
desde que su uso fue prohibido en el año 2004 debido a razones ecológicas (así
como el uso de la hoja de palma en semana santa o del cerebro en época de
elecciones) se lo realiza con los pedazos pintados de los periódicos que rompe
el presidente en sus sabatinas, o en su defecto con materiales sintéticos. Todo
pesebre quiteño que se respete deberá tener las figuras de José con la barba de
Tom Hanks en Naufrago y la de María con túnica color “celeste azulejo de piscina
pública” y mirada perdida en el cielo. Así mismo, Jesús más conocido en la
fauna de la capital como “el niñito dios” tendrá ojos azules, cabello rubio, un
pañal blanco (por eso de la censura católica) y se encontrará en la mitad de la
Meri y el Pepe. Detrás de ellos, respectivamente, estarán dos figuras de
animales. No me refiero a Fabián Alarcón y a Osvaldo Hurtado, sino al asno y al
buey. Luego tenemos a los reyes magos quienes son ubicados en fila india y van
a pie a llevarle regalos a Yisus. Se los solía ver montados en sus camellos,
pero por eso de la crisis ahora usan el trolebús o van a pie. A pesar que en
ninguna parte de la biblia se indican sus nombres, ni que fuesen reyes, ni que
fueran tres, usualmente se los conoce como Melchor, Gaspar y Baltazar. Para
completar el nacimiento se hace el clásico “lago de los cisnes” con un pedazo
de espejo o un trozo del papel aluminio en el cual estaba envuelto el pedazo de
pizza que sobró del martes.
El resto de la casa se la revestirá de verde y
rojo, y Kiko Gutierrez creerá que es apoyo para Sociedad Patriótica.
La novena se reza rápidamente para poder
comentar los acontecimientos de la última novela brasileña de Ecuavisa (porque
siempre hay una). Los centros comerciales se vuelven expendios de paz
espiritual a 12 meses sin intereses, y de tranquilidad de conciencia con 2
meses de gracia. De repente, la mayor fiesta católica del mundo se transforma
en la mayor transacción monetaria de las jugueterías y el mensaje del mesías se
va un poco a la mierda.
La noche del 24 de diciembre es la más larga
para los guaguas quiteños que nacieron con estrella sobre su cabeza, y una más de
muchas noches frías para los que la única luz que los ilumina es la de un
semáforo. Esa misma noche en la que la ciudad huele a pavo horneado y a ciprés
muerto, los padres sacan los regalos que los tendrán endeudados durante el
primer semestre del siguiente año y los colocan bajo el cadáver del árbol de la
sala.
Al día siguiente se abren los regalos, se come
el recalentado del infeliz pavo y se ve “La Pasión de Cristo” por décima quinta
vez.
Y finalmente llega mi día favorito de
diciembre, es decir el 26. Día en que finalmente puedo decir “A la mierda los
pastores, se …” (Yo sé que ustedes en sus mentes la completaron, y también se
alegraron).