martes, 26 de junio de 2018

Un velorio en Quito


De todos los eventos sociales, quizás los velorios sean los más extraños. Y no es poco decir que mojar la cabeza de un bebé impide que este arda en las llamas del infierno, o que la aplicación de un poco de aceite especiado sobre un enfermo le ahorrara la fila de entrada al cielo. 

Muchos devotos no sabrán que la receta para tal aceite (de santa unción) sean perfumes de gran precio, cinco kilos de mirra en grano, dos kilos y medio de canela, dos kilos y medio de clavo de olor, cinco kilos de acacia y tres litros y medio de aceite de oliva. Básicamente una colada morada con aceite en lugar de mortiño. 

De qué perfumes nos habla el Exodo? Pues de gran precio como señala el texto sagrado. Esperemos que sus diezmos sean invertidos en su buena onza de CHANEL No. 5 o sino esperen encontrar tráfico en su stairway to heaven.

La ropa negra es un ícono de tal ceremonia. Muchos les dirán que es para expresar el luto que se lleva adentro por la pérdida del ser querido, aunque es un poco más complejo. Desde el siglo II en Roma se estable el uso del color blanco como color oficial del luto y en España no es sino hasta la muerte del príncipe Juan en 1497 que se lleva a la aprobación por parte de los Reyes Católicos un conjunto de leyes en las que se recoge específicamente que el color negro debe ser el de la indumentaria. El siglo XV no solo nos deja la toma de Constantinopla por los turcos sino la “pragmática de luto y cera”, es decir el black is the new black desde 1500.

Pero tratando de la fauna quiteña, lo interesante es la acumulación de estas tradiciones milenarias aplicadas a un pueblo con herencia indígena y española. El velorio deja de ser un rito católico para volverse un trámite social. Un trámite que usualmente es diferido a n meses, dios mediante, sin intereses. Un velorio va desde los 400 usda los 3000 usd, dependiendo de si quiere vista al valle, cuarteto de cuerdas o café que no sepa a agua con barro. No hay descuento de buen cristiano, así que más le vale tener un seguro de vida para su muerte. 

Un sacerdote abrirá un libro muy similar al que tienes acumulando polvo en un estante olvidado, para repetir versos recitados por sacerdotes olvidados. No presumo saber la relación que aquel cura tuvo con el fallecido, pero asumo que no es la persona más calificada para hablar de la virtudes de quien en vida fue y no es más. ¿Qué nos reconfortemos con el milagro de la resurrección? Por qué no se va un poco para la verga.

Las desventuras del llamingo nunca son pronunciadas. ¿Por qué manchar la estirpe del hermano/a? Y bueno, porque los trapos sucios se lavan en casa. No hay mal muerto. Nadie expresará que usted se tiró a su secretaria, redujo su herencia a deliciosas lineas que se fueron por la nariz, que desfalcó las arcas del negocio por un símbolo de estatus inválido para su creador.

Es deprimente por decir lo menos, saber que el porcentaje de personas que irán a tu funeral es desproporcionadamente mayor, que el que atenderá tu último cumpleaños. Las excusas se evaporan para celebrar tu vida en el único momento en que no estás presente. Todos a quienes quisiste tener presentes para un abrazo aparecen cuando eres incapaz de hacerlo. Entonces, ¿cuál es el punto?

Los amigos llegarán como las oscuras golondrinas y los familiares como la pizza dominos. Se comentarán a los hijos de puta del gobierno y los empleados públicos sonreirán una mueca, los colegas recordarán anécdotas de viernes por la tarde, los compañeros del colegio revivirán hazañas caducas y los familiares se derramarán en las tristes baldosas de la sala de velación. Los allegados se encontrarán con potenciales oportunidades de negocios, muy posibles candidatos a sábado de joda y cenizas de extintos fuegos.

No olvide publicar sus sentimientos en facebook. De otra manera, ¿cómo se enterará del dolor que vive por su pérdida? La inexistencia del wifi en el más allá es un invento de liberales y ateos, no se deje engañar.

Un velorio en Quito es la cúspide de los eventos sociales, donde pobres se encuentran con ricos, donde no hay lista de invitados ni sección VIP. Donde la muerte reúne a quienes no lo harán bajo invitación. Donde la causa deja serlo. Donde el homenajeado es el ausente.

martes, 30 de enero de 2018

Vaquita

En casa no caben más animales. Conmigo, somos más que suficientes.

Hay un conejo, un borrego y una vaca. Todos llegaron con Elena, excepto Vaca. No una vaca, sino Vaca.

Su llegada es la más reciente. Cuenta la leyenda que el baby shower de mi comadre Alondra se acercaba, y con Elena estábamos invitados. No podíamos llegar aplaudiendo a tal magno evento, así que nos pusimos en camino a la juguetería más cercana.
  • Qué carajo se le compra a un bebé?
  • No sé. Algo que estimule su mente.
  • Coca?
  • No idiota, algo más puro.
  • Coca importada?
  • ...
Nos encontramos en la zona para bebés, y la situación no me pinta bien. Todo cuesta un huevo y parece estar diseñado para alguna especie de simio con retraso mental. Que sé yo, agarramos una casa musical que toca canciones de cuna con sonidos de 16 bits, y bota luces al techo. Al estilo de Dj de pueblo no contactado.

Camino a la caja me topo con el área donde se encuentran los peluches. Dentro del zoológico, se asoma curioso un rostro de vacuno proceder.
  • Y si además del regalo principal, le llevamos también esta vaca?
  • Sí está linda, llevémosla también.
Luego de pagar y envolverla en papel de regalo, miro a Elena a los ojos.
  • Y si nos quedamos con la vaca?
  • Estaba pensando lo mismo.

De vez en cuando recibo mensajes de Alondra.


“Sinvergüenzas, devuélvanme la vaca de mi hija!”