jueves, 8 de septiembre de 2011

Por un polvo…

¿Quién no ha hecho todo por un polvo? Y no digo, por amor, porque en ese campo hay mucha demanda y muy poca oferta. Digo por un polvo. Llámenle canita al aire, tire, cobrar, un palo, remojar el bizcocho, etc. Yo le digo polvo porque suena “menos peor”.

Creo yo que por lo menos el cien por ciento de los hombres. Sí los gays también son hombres, así que el cien por ciento de los hombres y punto. ¿Qué me da esa seguridad? Talvez todas las historias escuchadas a lo largo de mis precoces 23 años (el próximo mes 24 así que espero un regalo como los que mandaba a Estefani Espín su stalker). Todos se han gastado medio, sino todo su sueldo en los mecanismos de seducción, llámese regalitos, chocolates, escopolamina o lo que les funcione a ustedes. Y hablo de los hombres, porque para las mujeres es mucho más sencillo. Con tal de decir “vamos a mi departamento”, tendrán a 10 babosos que no chistarán en decir sí, asintiendo con la cabeza. Con ambas.

Un hombre lo hace por dos razones. La primera es por el placer de añadir una historia más a su repertorio. La segunda por el placer que representa el polvo en sí. De hecho, es más un reto personal que un placer de media hora (introduzca su duración aquí).

Entonces se lleva a cabo todo el proceso que todos conocemos, hemos practicado, y muchas veces fallado. Si se ponen a pensar, el esfuerzo puesto versus el beneficio suele ser muy alto. Talvez demasiado.

Entonces todo lo invertido, el esfuerzo, los recursos se vuelven solo un proyecto. Sí. Todo se lo hace por una promesa de un polvo. Promesa que debe ser intuida, puesto que jamás serán tan amables de decirnos con cierta seguridad el “sí” o el “no”. De hecho, muchos hemos pasado meses, e incluso años en la empresa de de volver a la promesa, un “misión cumplida”.

Desde que somos chicos, pasando por los adultos hasta los viejos. ¿Quién no se ha quedado en la puerta de una mujer esperando la invitación al edén, pero recibiendo solo un beso en la mejilla? Y digo mujer, porque somos los hombres los que esperamos en los portones, pues tenemos puntería para lo patético. Todo por una promesa de polvo. Puedo incluso imaginar, con aire siniestro, lo que piensa la mujer de turno. Y sí, es lo mismo que ustedes han pensado. “Está loco si cree que lo voy a dejar entrar. Talvez en un futuro”. Y en ese talvez es que nos esperanzamos, y trazamos los planes. Ese talvez guarda todas las esperanzas que terminarán con el primer orgasmo. El del hombre claro está.

Y un talvez de mujer vale lo mismo que una promesa de político, un repechaje contra el Barcelona de España o un brindis con licor adulterado.

Eso, mis queridos amigos, es la realidad.

3 comentarios:

  1. El truco está en que no se de cuenta que quiere hasta que ya es demasiado tarde.

    Lo más estúpido que he hecho por un polvo fue llevar a una chica a una discoteca (algo que no disfruto) y sostenerle la cartera mientras bailaba con sus amigas. Esas pequeñas lecciones de humillación te enseñan el valor de ser hombre y a usar ese valor en tu beneficio, más adelante.

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  2. JorDelgado: Esos polvos... te faltó no más hablar de los encames. El otro día, en esos encuentros furtivos, me enteré que me había "polveado" a alguien y yo ni enterado jeje

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  3. jajajajaja que genial!! Tu análisis de costos, oferta, beneficios me pareció muy interesante.. El punto de vista de varios hombres siempre resulta provechoso, sobre todo cuando una se pregunta, qué carajos piensan ustedes???

    Lo cierto es que todo lo invertido por ustedes para tener "su misión cumplida" es muy poca versus el colapso mental que una tiene cuando después de entregar el beneficio tan esperado, este no es recíproco.. mientras que ustedes tienen bien claro que el beneficio es ese y punto, nosotras siempre esperaremos un valor agregado por parte del consumidor.. y ahí está el error y es por eso que nuestra cabeza femenina hace corto circuito.. y todo gracias a Disney y su principado..

    Saludos, siempre es divertido leerte ;)

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