sábado, 31 de diciembre de 2011

Conclusión

La boca me sabe a whisky barato y a carne molida. Sospecho que algún pedazo de lo que en vida fue una res, debió haber sobrevivido al cepillo de dientes.

La mañana me sorprende con una inconfundible canción de Fanny Lu, que no por convicción sino por costumbre, la alcanzo a identificar entre los ruidos de la lavadora, la secadora y la aspiradora.

Me duelen mucho las articulaciones debido a la absurda ingesta de licor del día anterior, y me tiemblan las manos por el efecto de los energizantes que me bebí esperando darle balance a un cuerpo, que sinceramente, ha sido un laboratorio de reacciones depresivas últimamente. En fin, cualquier cosa que me distraiga de la realidad es bienvenida. Sea buena o mala.

Mucho ha cambiado últimamente en mi vida. El día en que abandonaré Ecuador se acerca, y no sé si es alegría o miedo lo que siento, porque últimamente vienen en par a visitarme. Un nuevo trabajo que no contempla la posibilidad de cagarme los días. Lo digo porque es un trabajo nocturnol.

Escucho a todos decir que será un gran año el que se avecina. No sé si lo dicen para contrarrestar la profecía Maya, o porque la esperanza siempre está por estrenarse en un nuevo año. He llegado a plantear la existencia de la esperanza como un fénix. Muere en Diciembre y revive en Enero. Empiezo a sentir que la cabeza, y no el corazón, me late.

Las uvas, la champaña, los invitados y la cena. Los juegos pirotécnicos, la cuenta regresiva, los abrazos a las 12. El baile, el whisky, el chuchaqui. Todo en ese orden desde tiempos inmemorables. Tradiciones que no mueren ni morirán. Celebrar otra vuelta del mundo alrededor del sol, y creer que por eso tenemos derecho a una página en blanco.

Por el momento, la tonada está muy oscura. Y no quiero hacer mucho por cambiarla. El próximo año (es decir mañana) me equivocaré un par de veces al escribir la fecha, seguiré en la lucha con premisas de derrota, porque nadie le puede ganar al tiempo, y me reiré de lo patético que resultará este texto cuando nuevamente la vida vuelva a sonreir. Porque como lo leí ayer, “Extraño mucho tus sonrisas. Pero extraño más las mías”.

Ahora solo me queda levantarme de esta cama, que ha sido mi excusa incontables veces para un cambio. Una pierna de cerdo me espera en la cocina, una llamada que no llegará y una cascada de recuerdos a combatir.

No es como lo planeé. Es como es.

Un abrazo a todos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario