jueves, 1 de diciembre de 2011

Te juro que…

- ¿Jura usted decir toda la verdad, solo la verdad y nada más que la verdad?

- Sí. Siempre y cuando me convenga.

La mayoría de textos y escritos vienen dados por la inspiración de un momento de crucial valor para el escritor. Otros vienen por la investigación profunda de un tema que el autor quiere dar a conocer. Finalmente están aquellos que se sienten obligados a escribir sobre tal o cual tema por un sentido de convicción a cierta causa. Precisamente este texto, nada tiene que ver con las 3 causas anteriores.

Se inventa el juramento por la falta de credibilidad de una persona como garantía del cumplimiento de una promesa. Cualquier otra definición, les juro, que está mal.

A los largo de la vida nos encontraremos jurando. Unos juran fidelidad y otros, amor. Nosotros, los más giles juramos ambas, con lo que condenamos a nuestro mejor amigo (no al perro) a una vida de monogamia para complacer a la amante de turno. Otros más giles juran lo mismo pero hasta que la muerte o un juicio de divorcio, que al parecer son lo mismo, los separe.

Aquellos compadres de lo ajeno, juran inocencia al oficial, al juez, al abogado y a la reportera. A la víctima, en cambio, se la juran.

Tenemos a las damas le juran al noviecito que son vírgenes. Señoritas, no es pecado comer sin bendecir la mesa. Lo único que nos interesa que sea virgen, es el aceite de oliva.

Tenemos a las que juran que no se han acostado con otro tipo. Un gran ejemplo de eso fue María, que le puso los cachos al José con 2 tipos al tiempo. Bueno al menos ella se los puso con el Alfa y el Omega, no con el vecino. Al taita del Hércules le debió haber pasado lo mismo.

También están los que juran por “dios” que ese será el último monaguillo que se comen.

Tenemos aquellos que juran respetar la constitución, pero terminan usando sus páginas para limpiarse el trasero. Otro, peores aún, le “tunean” a su gusto. Unito juró con biblia en mano salvar a la patria, así que desde que los bancos “juraron” devolver los ahorros, muchos se la tienen jurada.

Recordemos al que juró “Pan, Techo y Empleo”. Enemigo jurado de otro que juró que regresaría con una camisa, un pantalón vaquero y una canción en un barco llamado libertad.

Están los que juran que saben, pero que a pesar de eso no rinden los exámenes. Hay los taitas que juran que sus hijas son lo más lindo que ha pisado la tierra. Dentro de ellos está el papito de la representante de los que no quieren dar los exámenes.

Uno juró morir antes que perder la vida, y seguimos esperando a que cumpla lo uno o lo otro. A otrito en cambio le dijeron que no le había jurado al presidente, es decir que lo in-juró. ¿Qué? ¡Ah! Perdón, ha sido que lo injurió. Falla técnica.

Muchos guaguas pasan repasando la jura de la bandera durante semanas de calcinante sol o lluvia, y justo en las horas de educación física. Esos repasos, les juro, que se deberían hacer en las horas de religión. Muchos papitos aplauden como focas amaestradas cuando el hijo se arrodilla a besar la tricolor mientras el inclinado jura largarse del país y no volver.

Están los luchadores, que juraron defender los colores de su equipo, pero que siguen sin que la patria los premie. Hay otros que en cambio, por defender los colores de su equipo, es la “patria” la que los demanda.

Y finalmente, el resto nos encontramos en el grupo de los “Te juro que no lo vuelvo a hacer”.

Así que cuando alguien les jure algo, pueden abofetearlo sin misericordia. Se los juro.

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